Por qu no? La muerte est lejana. No me mira. Ese instante que no se olvida Tan vaco devuelto por las sombras Tan vaco rechazado por los relojes Ese pobre instante adoptado por mi ternura Desnudo desnudo de sangre de alas Sin ojos para recordad angustias de antao Sin labios para recoger el sumo de las violencias Perdidas en el centro de los helados campanarios. Ampralo nia ciega del alma Ponle tus cabellos escarchados por el fuego Abrzalo pequea estatua de terror Selale el mundo convulsionado a tus pies A tus pies mueren las golondrinas Tiritantes de pavor frente al futuro Dile que los suspiros del mar Humedecen las nicas palabras Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada Acurrucado en la cueva del destino Sin manos para decir nunca Sin manos para regalar mariposas A los nios muertos. Partir en cuerpo y alma partir. Partir deshacerse de las miradas piedras opresoras que duermen en la garganta. He de partir no ms inercia bajo el sol no ms sangre anonadada no ms formar fila para morir.
He de partir Pero arremete, viajera! A Josefina Gmez Errzuris la muerte se muere de risa pero la vida se muere de llanto pero la muerte pero la vida pero nada nada nada. Cansada del estruendo mgico de las vocales Cansada de inquirir con los ojos elevados Cansada de la espera del yo de paso Cansada de aquel amor que no sucedi Cansada de mis pies que slo saben caminar Cansada de la insidiosa fuga de preguntas Cansada de dormir y de no poder mirarme Cansada de abrir la boca y beber el viento Cansada de sostener las mismas vsceras Cansada del mar indiferente a mis angustias Cansada de Dios!
Cansada de Dios! Cansada por fin de las muertes de turno a la espera de la hermana mayor la otra la gran muerte dulce morada para tanto cansancio. Del otro lado de la noche la espera su nombre, su subrepticio anhelo de vivir, del otro lado de la noche! Algo llora en el aire, los sonidos disean el alba. Ella piensa en la eternidad. Sobre negros peascos se precipita, embriagada de muerte, la ardiente enamorada del viento. Afuera hay sol.
No es ms que un sol Pero los hombres lo miran y despus cantan. Yo no s del sol. Yo s la meloda del ngel y el sermn caliente del ltimo viento.
S gritar hasta el alba cuando la muerte se posa desnuda en mi sombra. Yo lloro debajo de mi nombre. Yo agito pauelos en la noche y sedientos de realidad bailan conmigo Yo oculto clavos para escarnecer a mis sueos enfermos. Yo me visto de cenizas. Como el viento sin alas encerrado en mis ojos es la llamada de la muerte. Slo un ngel me enlazar al sol. Dnde el ngel, dnde su palabra. Oh perforar con vino la suave necesidad de ser.
Se busc debajo del aullido de la luz. Se quiso detener el avance de las manos enguantadas que estrangulaban a la inocencia. Y si se escondieron en la casa de mi sangre, cmo no me arrastro hasta el amado que muere detrs de mi ternura? Por qu no huyo y me persigo con cuchillos y me deliro? De muerte se ha tejido cada instante. Yo devoro la furia como un ngel idiota invadido de malezas que le impiden recordar el color del cielo.
Pero ellos y yo sabemos que el cielo tiene el color de la infancia muerta. Yo no s de la infancia ms que un miedo luminoso y una mano que me arrastra a mi otra orilla. Mi infancia y su perfume a pjaro acariciado.
Han venido. Invaden la sangre. Huelen a plumas, a carencia, a llanto. Pero t alimentas al miedo y a la soledad como a dos animales pequeos perdidos en el desierto.
Han venido a incendiar la edad del sueo. Un adis es tu vida. Pero t te abrazas como la serpiente loca de movimiento que slo se halla a s misma porque no hay nadie. T lloras debajo de tu llanto, t abres el cofre de tus deseos y eres ms rica que la noche. Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan. Qu bestia cada de pasmo se arrastra por mi sangre y quiere salvarse?
He aqu lo difcil: caminar por las calles y sealar el cielo o la tierra. Y quin no tiene un amor? Y quin no goza entre amapolas? Y quin no posee un fuego, una muerte, un miedo, algo horrible, aunque fuere con plumas, aunque fuere con sonrisas? Siniestro delirio amar a una sombra. La sombra no muere. Y mi amor slo abraza a lo que fluye como lava del infierno: una logia callada, fantasmas en dulce ereccin, sacerdotes de espuma, y sobre todo ngeles, ngeles bellos como cuchillos que se elevan en la noche y devastan la esperanza.
T que cantas todas mis muertes. T que cantas lo que no confas al sueo del tiempo, descrbeme la casa del vaco hblame de esas palabras vestidas de fretros que habitan mi inocencia. Con todas mis muertes yo me entrego a mi muerte, con puados de infancia, con deseos ebrios que no anduvieron bajo el sol, y no hay una palabra madrugadora que le d la razn a la muerte, y no hay un dios donde morir sin muecas.
Msica jams oda, Amada en antiguas fiestas. Ya nunca volver a abrazar al que vendr despus del final? Pero esta inocente necesidad de viajar entre plegarias y aullidos. Yo no s. No s sino el rostro de cien ojos de piedra que llora junto al silencio y que me espera. Jardn recorrido en lgrimas, habitantes que bes cuando mi muerte an no haba nacido. En el viento sagrado tejan mi destino.
Hemos creado el sermn del pjaro y del mar, el sermn del agua, el sermn del amor. Nos hemos arrodillado y adorado frases extensas como el suspiro de la estrella, frases como olas, frases con alas. Hemos inventado nuevos nombres para el vino y para la risa, para las miradas y sus terribles caminos. Yo ahora estoy sola -como la avara delirante sobre su montaa de oroarrojando palabras hacia el cielo, pero yo estoy sola y no puedo decirle a mi amado aquellas palabras por las que vivo.
Poco s de la noche pero la noche parece saber de m, y ms an, me asiste como si me quisiera, me cubre la conciencia con sus estrellas. Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte. Tal vez la noche es nada y las conjeturas sobre ella nada y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo nico que existe en el enorme vaco de los siglos que nos araan el alma con sus recuerdos. Pero la noche ha de conocer la miseria que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas sabindolas llenas de intereses, de desencuentros. Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lgrima inmensa delira y grita que algo se fue para siempre. Alguna vez volveremos a ser. En el eco de mis muertes an hay miedo. Sabes t del miedo? S del miedo cuando digo mi nombre. Es el miedo, el miedo con sombrero negro escondiendo ratas en mi sangre, o el miedo con labio muertos bebiendo mis deseos. La luz es demasiado grande para mi infancia. Pero quin me dar la respuesta jams usada? Alguna palabra que me ampare del viento, alguna verdad pequea en que sentarme y desde la cual vivirme, alguna frase solamente ma que yo abrace cada noche, en la que me reconozca, en la que me exista.
Pero no. Mi infancia slo comprende al viento feroz que me avent al fro cuando campanas muertas me anunciaron. Slo una meloda vieja, algo con nios de oro, con alas de piel verde, caliente, sabio como el mar, que tirita desde mi sangre, que renueva mi cansancio de otras edades. Slo la decisin de ser dios hasta el llanto. Llam, llam como la nufraga dichosa a las olas verdugas que conocen el verdadero nombre de la muerte He llamado al viento, le confi mi deseo de ser.
Pero un pjaro muerto vuela hacia la desesperanza en medio de la msica cuando brujas y flores cortan la mano de la bruma. Un pjaro muerto llamado azul. No es la soledad con alas, es el silencio de la prisionera, es la mudez de pjaros y viento, es el mundo enojado con mi risa o los guardianes del infierno rompiendo mis cartas.
He llamado, he llamado. He llamado, hacia nunca. Yo no s de pjaros, no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debera tener alas.
Seor La jaula se ha vuelto pjaro y se ha volado y mi corazn est loco porque alla a la muerte y sonre detrs del viento a mis delirios Que har con el miedo Que har con el miedo Ya no baila la luz en mi sonrisa ni las estaciones quemasen palomas en mis ideas Mis manos se han desnudado y se han ido donde la muerte ensea a vivir a los muertos Seor El aire me castiga el ser Detrs del aire hay monstruos que beben de mi sangre Es el desastre Es la hora del vaco no vaco Es el instante de poner cerrojo a los labios or a los condenados gritar contemplar a cada uno de mis nombres ahorcados en la nada Tambin mis ojos tienen veinte aos y sin embargo no dicen nada Seor He consumado mi vida en un instante La ltima inocencia estall Ahora es nunca o jams o simplemente fue Cmo no me suicido frente a un espejo y desaparezco para reaparecer en el mar donde un gran barco esperara con las luces encendidas?
Cmo no me extraigo las venas y hago con ellas una escala para huir al otro lado de la noche? El principio ha dado a luz el final Todo continuar igual Las sonrisas gastadas El inters interesado Las preguntas de piedra en piedra Las gesticulaciones que remedan amor Todo continuar igual Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo porque an no les ensearon que ya es demasiado tarde Seor Arroja los fretros de mi sangre Recuerdo mi niez cuando yo era una anciana Las flores moran en mis manos Recuerdo las negras maanas de sol cuando era nia es decir ayer es decir hace siglos Seor La jaula se ha vuelto pjaro Qu har con el miedo.
Y qu si nos vamos anticipando de sonrisa en sonrisa hasta la ltima esperanza? Y qu me da a m, a m que he perdido mi nombre, el nombre que me era dulce sustancia en pocas remotas, cuando yo no era yo sino una nia engaada por su sangre? A qu, a qu este deshacerme, este desangrarme, este desplumarme, este desequilibrarme si mi realidad retrocede como empujada por una ametralladora y de pronto se lanza a correr, aunque igual la alcanzan, hasta que cae a mis pies como un ave muerta?
Quisiera hablar de la vida. Y con la conciencia cubierta de sucios y hermosos velos, pedimos por Dios. Y con las sienes restallantes de imbcil soberbia tomamos de la cintura a la vida y pateamos de soslayo a la muerte. Pues eso es lo que hacemos. Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa hasta la ltima esperanza. Le han robado su razn de amor. Ausencia desnuda. Me deliro, me desplumo.
Qu dira el mundo si dios lo hubiera abandonado as? II Sin ti el sol cae como un muerto abandonado. Sin ti me torno en mis brazos y me llevo la vida a mendigar fervor. Soy pura porque la noche que me encerraba en su negror mortal ha huido. BLAKE An cuando el amado brille en mi sangre como una estrella colrica, me levanto de mi cadver y cuidando de no hollar mi sonrisa muerta voy al encuentro del sol. Desde esta orilla de nostalgia todo es ngel. La msica es amiga del viento amigo de las flores amigas de la lluvia amiga de la muerte.
El producto no contiene una sola partcula de mentira. Tiene luz propia, centelleante y breve. Nace en las tierras resecas de Amrica. La hostilidad del clima, la inclemencia de los discursos y la gritera, la opacidad general de las especies pensantes, sus vecinas, por un fenmeno de compensacin bien conocido, estimulan las propiedades luminosas de esta planta. No tiene races; el tallo es un cono de luz ligeramente obsesiva; las hojas son pequeas, cubiertas por cuatro o cinco lneas de escritura fosforescente, pecolo elegante y agresivo, mrgenes dentadas; las flores son difanas, separadas las femeninas de las masculinas, las primeras axilares, casi sonmbulas y solitarias, las segundas en espigas, espoletas y, ms raras veces, pas.
La cicatriz del tronco era considerada como el sexo femenino del cosmos. Quiz se trata de una higuera mtica la savia de las ramas tiernas es lechosa, lunar. El mito alude posiblemente a un sacrificio por desmembracin: un adolescente hombre o mujer? El rbol de Diana es uno de los atributos masculinos de la deidad femenina. Algunos ven en esto una confirmacin suplementaria del origen hermafrodita de la materia gris y, acaso, de todas las materias; otros deducen que es un caso de expropiacin de la sustancia masculina solar: el rito sera slo una ceremonia de mutilacin mgica del rayo primordial.
En el estado actual de nuestros conocimientos es imposible decidirse por cualquiera de estas Sealemos, sin embargo, los participantes coman despus carbones incandescentes, costumbre que perdura hasta. En efecto, debido a su extraordinaria transparencia, pocos pueden verlo. Soledad, concentracin y un afinamiento general de la sensibilidad son requisitos indispensables para la visin.
Algunas personas, con reputacin de inteligencia, se de que, a pesar de su preparacin, no ven nada. Para disipar su error, basta recordar que el rbol de Diana no es un cuerpo que se pueda ver: es un objeto animado que nos deja ver ms all, un instrumento natural de visin. Por lo dems, una pequea prueba de crtica experimental desvanecer, efectiva y definitivamente, los prejuicios de la ilustracin contempornea: colocado frente al sol, el rbol de Diana refleja sus rayos y los rene en un foco central llamado poema, que produce un calor luminoso capaz de quemar, fundir y hasta volatilizar a los incrdulos.
Se recomienda esta prueba a los crticos literarios de nuestra lengua. He dado el salto de m al alba. He dejado mi cuerpo junto a la luz y he cantado la tristeza de lo que nace. El fro pagar. Pagar el viento. La lluvia pagar. Pagar el trueno. Salta con la camisa en llamas de estrella a estrella. Muere de muerte lejana la que ama al viento. Memoria iluminada, galera donde vaga la sombra de lo que espero. No es verdad que vendr. No es verdad que no vendr. Estos huesos brillando en la noche, estas palabras como piedras preciosas en la garganta viva de un pjaro petrificado, este verde muy amado, este lila caliente, este corazn slo misterioso.
El poema que no digo, el que no merezco. Miedo de ser dos camino del espejo: alguien en m dormido me come y me bebe. Extrao desacostumbrarme de la hora en que nac. Extrao no ejercer ms oficio de recin llegada. Das en que una palabra lejana se apodera de m. Voy por esos das sonmbula y transparente. La hermosa autmata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilos rgidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales.
Ella es su espejo incendiado, su espera en hogueras fras, su elemento mstico, su fornicacin de nombres creciendo solos en la noche plida. Aqu vivimos con una mano en la garganta. Que nada es posible ya lo saban los que inventaban lluvias y tejan palabras con el tormento de la ausencia. Por eso en sus plegarias haba un sonido de manos enamoradas de la niebla. Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En tanto afuera se alimenten de relojes y de flores nacidas de la astucia.
Pero con los ojos cerrados y un sufrimiento en verdad demasiado grande pulsamos los espejos hasta que las palabras olvidadas suenan mgicamente. Vida, mi vida, djate caer, djate doler, mi vida, djate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche, djate caer y doler, mi vida.
Este canto arrepentido, viga detrs de mis poemas: Este canto me desmiente, me amordaza. La mano de la enamorada del viento acaricia la cara del ausente. La que fue devorada por el espejo entra en un cofre de cenizas y apacigua a las bestias del olvido. T eliges el lugar de la herida en donde hablamos nuestro silencio. T haces de mi vida esta ceremonia demasiado pura.
En la noche a tu lado las palabras son claves, son llaves. El deseo de morir es rey. Que tu cuerpo sea siempre un amado espacio de revelaciones. Recibe este rostro mo, mudo, mendigo. Recibe este amor que te pido. Recibe lo que hay en m que eres t. Cuando me miras mis ojos son llaves, el muro tiene secretos, mi temor palabras, poemas. Slo t haces de mi memoria una viajera fascinada, un fuego incesante.
T haces el silencio de las lilas que aletean en mi tragedia del viento del corazn. T hiciste de mi vida un cuento para nios en donde naufragios y muertes son pretextos de ceremonias adorables.
Alguien entra en el silencio y me abandona. Ahora la soledad no est sola. T hablas como la noche. Te anuncias como la sed. De aqu parti en la negra noche y su cuerpo hubo de morar en este cuarto en donde sollozos, pasos peligrosos de quien no viene, pero hay su presencia amarrada a este lecho en donde sollozos porque un rostro llama, engarzado en lo oscuro, piedra preciosa.
Emboscado en mi escritura cantas en mi poema. Rehn de tu dulce voz Petrificada en mi memoria. Pjaro asido a su fuga. Aire tatuado por un ausente. Reloj que late conmigo para que nunca despierte. Antes fue una luz en mi lenguaje nacido a pocos pasos del amor. Noche abierta. Noche presencia. Cuando s venga mis ojos brillarn de la luz de quien yo lloro mas ahora alienta un rumor de fuga en el corazn de toda cosa. No el poema de tu ausencia, slo un dibujo, una grieta en un muro, algo en el viento, un sabor amargo.
Mata su luz un fuego abandonado. Sube su canto un pjaro enamorado. Tantas criaturas vidas en su silencio y esta pequea lluvia que me acompaa. El viento pronuncia discursos ingenuos en honor de las lilas, y alguien entra en la muerte con los ojos abiertos como Alicia en el pas de lo ya visto.
Son mis voces cantando para que no canten ellos, los amordazados grismente en el alba, los vestidos de pjaro desolado en la lluvia. Hay, en la espera, un rumor a lila rompindose. Y hay, cuando viene el da, una particin del sol en pequeos soles negros. Y cuando es de noche, siempre, una tribu de palabras mutiladas busca asilo en mi garganta, para que no cante ellos, los funestos, los dueos del silencio. Desnudo soando una noche solar. He yacido das animales. El viento y la lluvia me borraron como a un fuego, como a un poema escrito en un muro.
Dama pequesima moradora en el corazn de un pjaro sale al alba a pronunciar una slaba NO. Gran espera. Nadie viene.
Esta sombra. Darle lo que todos: significaciones sombras, no asombradas. Silencio ardiente. Qu se dan entre s las sombras? Canta como si no pasara nada. Nada pasa. Nunca de nuevo la esperanza en un ir y venir de nombres, de figuras. Alguien so muy mal, alguien consumi por error las distancias olvidadas.
He desplegado mi orfandad sobre la mesa, como un mapa. Dibuj el itinerario hacia mi lugar al viento. Los que llegan no me encuentran. Los que espero no existen. Y he bebido licores furiosos para transmutar los rostros en un ngel, en vasos vacos. Alguien mide sollozando la extensin del alba.
Alguien apuala la almohada en busca de su imposible lugar de reposo. Si te atreves a sorprender la verdad de esta vieja pared; y sus fisuras, desgarraduras, formando rostros, esfinges, manos, clepsidras, seguramente vendr una presencia para tu sed, probablemente partir esta ausencia que te bebe. En la medianoche vienen los vigas infantiles y vienen las sombras que ya tienen nombre y vienen los perdonadores de lo que cometieron mil rostros mos en la nfima desgarradura de cada jornada.
Insiste en tu abrazo, redobla tu furia, crea un espacio de injurias entre yo y el espejo, crea un canto de leprosa entre yo y la que me creo. Aunque la voz su olvido volcndome nufragas que son yo oficia en un jardn petrificado recuerdo con todas mis vidas porqu olvido. Un abandono en suspenso. Nadie es visible sobre la tierra. Slo la msica de la sangre asegura residencia en un lugar tan abierto. El viento me haba comido parte de la cara y las manos.
Me llamaban ngel harapiento. Yo esperaba. Arpa de silencio en donde anida el miedo. Gemido lunar de las cosas significando ausencia. Espacio de color cerrado. Alguien golpea y arma un atad para la hora, otro atad para la luz. Maana me vestirn con cenizas al alba, me llenarn la boca de flores. Aprender a dormir en la memoria de un muro, en la respiracin de un animal que suea. Aos y minutos hacen el amor. Mscaras verdes bajo la lluvia. Iglesia de vitrales obscenos.
Huella azul en la pared. No conozco. No reconozco. La sombra cubre ptalos mirados El viento se lleva el ltimo gesto de una hoja El mar ajeno y doblemente mudo en el verano que apiada por sus luces Un deseo de aqu Una memoria de all.
En la mano crispada de un muerto, en la memoria de un loco, en la tristeza de un nio, en la mano que busca el vaso, en el vaso inalcanzable, en la sed de siempre.
Y an me atrevo a amar el sonido de la luz en una hora muerta, el color del tiempo en un muro abandonado. En mi mirada lo he perdido todo. Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.
La que muri de su vestido azul est cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su cancin hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazn verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazn muerto.
Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una nia extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del fro gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso.
Ella canta. A Olga Orozco. Esta lila se deshoja. Desde s misma cae y oculta su antigua sombra. He de morir de cosas as. Los ausentes soplan y la noche es densa. La noche tiene el color de los prpados del muerto. Toda la noche hago la noche.
Toda la noche escribo. Palabra por palabra yo escribo la noche. I Ya he perdido el nombre que me llamaba, su rostro rueda por m como el sonido del agua en la noche, del agua cayendo en el agua.
Y es su sonrisa la ltima sobreviviente, no mi memoria. II El ms hermoso en la noche de los que se van, oh deseado, es sin fin tu no volver, sombra t hasta el da de los das. Murieron las formas despavoridas y no hubo ms un afuera y un adentro. Nadie estaba escuchando el lugar porque el lugar no exista. Con el propsito de escuchar estn escuchando el lugar. Adentro de tu mscara relampaguea la noche.
Te atraviesan con graznidos. Te martillean con pjaros negros. Colores enemigos se unen en la tragedia. Otoo en el azul de un muro: s amparo de las pequeas muertas. Cada noche, en la duracin de un grito, viene una sombra nueva. A solas danza la misteriosa autnoma. Comparto su miedo de animal muy joven en la primera noche de las caceras. La luz del viento entre los pinos comprendo estos signos de tristeza incandescente? Un ahorcado se balancea en el rbol marcado con la cruz lila.
Hasta que logr deslizarse fuera de mi sueo y entrar a mi cuarto, por la ventana, en complicidad con el viento de medianoche. Veo crecer hasta mis ojos figuras de silencio y desesperadas. Escucho grises, densas voces en el antiguo lugar del corazn.
Alguien quiso abrir alguna puerta. Duelen sus manos aferradas a su prisin de huesos de mal agero. Toda la noche ha forcejeado con su nueva sombra. Llovi adentro de la madrugada y martillaban con lloronas. La infancia implora desde mis noches de cripta. La msica emite colores ingenuos. Grises pjaros en el amanecer son a la ventana cerrada lo que a mis males mi poema. Manos crispadas me confinan al exilio. Aydame a no pedir ayuda.
Me quieren anochecer, me van a morir. Y lejos, en la negra arena, yace una nia densa de msica ancestral. Dnde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz.
Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en m con su mscara de loba. La que no pudo ms e implor llamas y ardimos. II Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.
Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus mscaras aunque regresaran para sollozar entre flores. No es muda la muerte.
Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcsimo canto florecer mi silencio gris. III La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no dir mi poema y yo he de decirlo. An si el poema aqu, ahora no tiene sentido, no tiene destino. Y las damas vestidas de rojo para mi dolor y con mi dolor insumidas en soplo, agazapadas como fetos de escorpiones en el lado ms interno de mi nuca, las madres de rojo que me aspiran el nico calor que me doy con mi corazn que apenas pudo nunca latir, a mi que siempre tuve que aprender sola cmo se hace para beber y comer y respirar y a m que nadie me ense a llorar y nadie me ensear ni siquiera las grandes damas adheridas a la entretela de mi respiracin con babas rojizas y velos flotantes de sangre, mi sangre, la ma sola, la que yo me procur y ahora vienen a beber de m luego de haber matado al rey que flota en el ro y mueve los ojos y sonre pero est muerto y cuando alguien est muerto, muerto est por ms que sonra y las grandes, las trgicas damas de rojo han matado al que se va ro abajo y yo me quedo como rehn en perpetua posesin.
El perro del invierno dentellea mi sonrisa. Fue en el puente. Yo estaba desnuda y llevaba un sombrero con flores y arrastraba mi cadver tambin desnudo y con un sombrero de hojas secas. He tenido muchos amores dije pero el ms hermoso fue mi amor por los espejos. Y es siempre el jardn de lilas del otro lado des ro. Si el alma pregunta si queda lejos se le responder: del otro lado del ro, no ste sino aqul.
Barcos sobre el agua natal. Agua negra, animal de olvido. Agua lila, nica vigilia. El misterio soleado de las voces en el parque.
Oh tan antiguo. Vigilas desde este cuarto donde la sombra temible es la tuya. No hay silencio aqu sino frases que evitas or. Signos en los muros narran la bella lejana. Haz que no muera sin volver a verte. Detrs de un muro blanco la variedad del arco iris. La mueca en su jaula est haciendo el otoo. Es el despertar de las ofrendas. Un jardn recin creado, un llanto detrs de la msica. Y que suene siempre, as nadie asistir al movimiento del nacimiento, a la mmica de las ofrendas, al discurso de aquella que soy anudada a esta silenciosa que tambin soy.
Y que de m no quede ms que la alegra de quien pidi entrar y le fue concedido. No la identidad, justamente. En todo caso, ya, o en lo sucesivo, tiene que estar asegurada la modalidad identificadora: segura de la lengua y en la lengua. Veamos el ejemplo de Alejandra Pizarnik.
No obstante, tomo la cita de Carbonell y Segarra, 9. Para ser feliz hay que morir […]. Me siento muerta, en el colmo del objeto. Me miro en el espejo. Construir mi figura. No digo transfigurarme. Cuanto al izquierdo, me horroriza. Oh mi sed. Mi sed hecha de mi vida. Mi sed que me representa que vive en mi lugar. Enter the email address you signed up with and we'll email you a reset link. Need an account? Click here to sign up. Download Free PDF. Gerardo Vizueta.
A short summary of this paper. Los aires y las formas muriendo… A. No querer trasladar mi curva sin encerar la hoja actual. Hombre de ojos anti-miopes exploradores de infinidad. Hombre de rostro en sombra y cuerpo genio abstracto. Hombre sin miedo de pluma en mano ni de ojos en ser ni sonrisa suprema.
Hombre sin alimento para otorgar a los que buscan. Hombre de altos mares de surcos desolados. Hombre-barco blanco. Hombre de tiempo y espacio que arrancan cuerdas locuras. Hundirse una noche en las calles del puerto.
Siempre sola. Lenta, muy lentamente. Tirar el ancla. Muy junto a ese barco gigante de rayas rojas y blancas y verdes…irse, y no volver. La cascada reverdea los pastos silenciosos que nutren la negra pelambre de la tierra vestida de brillo. Las voces se elevan queriendo matizar las aspiraciones de soledad a que obligan los espacios. Los espacios espesan las notas. Labios plegados sobre dientes felices. Cada color requiere un espacio mayor en la tela.
Claro que ninguno quiere sucumbir. Ese que persigue a una mosquita junto al farol amarillosucio que vigila bajo el cielo negrolimpio esta noche angustiosa llena de dualismos ebookelo.
Es un clic que se exhala y su pecho se hace inmenso. Su cuerpo es un ojo. Su piel es un mapamundi. No hay rutas ni pliegues ni insectos. En estos momentos el tintero alza vuelo y enfila hacia linderos inacabables de mosquitos haciendo el amor. Ya no vuelo. Mi ser reventado sentires. Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos. Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
Entre moi sans cesse et Le bonheur! Pero hay algo que rompe la piel, una ciega furia que corre por mi venas. No me mira. Partir deshacerse de las miradas piedras opresoras que duermen en la garganta. Cansada por fin de las muertes de turno a la espera de la hermana mayor la otra la gran muerte dulce morada para tanto cansancio ebookelo. Ella piensa en la eternidad. TRAKL ebookelo. Yo lloro debajo de mi nombre. Afuera hay sol. Yo me visto de cenizas. Oh perforar con vino la suave necesidad de ser.
Se quiso detener el avance de las manos enguantadas que estrangulaban a la inocencia. De muerte se ha tejido cada instante. Pero ellos y yo sabemos que el cielo tiene el color de la infancia muerta. Invaden la sangre. Huelen a plumas, a carencia, a llanto. Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan ebookelo. Siniestro delirio amar a una sombra. La sombra no muere.
Pero esta inocente necesidad de viajar entre plegarias y aullidos. Nos hemos arrodillado y adorado frases extensas como el suspiro de la estrella, frases como olas, frases con alas. Hemos inventado nuevos nombres para el vino y para la risa, para las miradas y sus terribles caminos. Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte. Tal vez la noche es nada y las conjeturas sobre ella nada y los seres que la viven nada.
Pero la noche ha de conocer la miseria que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas. Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Alguna vez volveremos a ser. La noche mendiga mi sangre. Es el miedo, el miedo con sombrero negro escondiendo ratas en mi sangre, o el miedo con labios muertos bebiendo mis deseos. Pero no. He llamado, he llamado. He llamado, hacia nunca. Quisiera hablar de la vida. Y con las manos embarradas golpeamos a las puertas del amor.
Y con la conciencia cubierta de sucios y hermosos velos, pedimos por Dios. Ausencia desnuda. Me deliro, me desplumo. II Sin ti el sol cae como un muerto abandonado. Sin ti me torno en mis brazos y me llevo la vida a mendigar fervor. Tiene luz propia, centelleante y breve. La cicatriz del tronco era considerada como el sexo femenino del cosmos. En efecto, debido a su extraordinaria transparencia, pocos pueden verlo.
He dejado mi cuerpo junto a la luz y he cantado la tristeza de lo que nace ebookelo. Muere de muerte lejana la que ama al viento. En tanto afuera se alimenten de relojes y de flores nacidas de la astucia. La mano de la enamorada del viento acaricia la cara del ausente. La que fue devorada por el espejo entra en un cofre de cenizas y apacigua a las bestias del olvido. A Enrique Molina ebookelo. El deseo de morir es rey.
Que tu cuerpo sea siempre un amado espacio de revelaciones. Recibe este amor que te pido. Te anuncias como la sed. Aire tatuado por un ausente. Reloj que late conmigo para que nunca despierte. Noche abierta. Noche presencia. El viento y la lluvia me borraron como a un fuego, como a un poema escrito en un muro. Gran espera. Nadie viene. Esta sombra. Silencio ardiente. Escucho su decir. Canta como si no pasara nada. Nada pasa.
Los que llegan no me encuentran. Los que espero no existen. Nadie es visible sobre la tierra. Yo esperaba.
Gemido lunar de las cosas significando ausencia. Espacio de color cerrado. Iglesia de vitrales obscenos. Huella azul en la pared. No conozco. No reconozco. En mi mirada lo he perdido todo. Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Ella canta.
A Olga Orozco ebookelo. Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo. Palabra por palabra yo escribo la noche. Te atraviesan con graznidos. Colores enemigos se unen en la tragedia. Toda la noche ha forcejeado con su nueva sombra. La infancia implora desde mis noches de cripta. Me quieren anochecer, me van a morir. He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz.
Los ramos se mueren en la memoria. II Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo. No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. III La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante.
Fue en el puente. A Octavio Paz ebookelo. Agua negra, animal de olvido. El misterio soleado de las voces en el parque. Oh tan antiguo. Haz que no muera sin volver a verte ebookelo. Es el despertar de las ofrendas.
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